
Descansando en Jesús, Mateo 11.28-30
“Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.”
Mateo 11:28-30
Vengan a mí todos ustedes que están cansados de sus trabajos y cargas, y yo los haré descansar. Acepten el yugo que les pongo, y aprendan de mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontrarán descanso. Porque el yugo que les pongo y la carga que les doy a llevar son ligeros (DHH)
Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana (NVI)
¡Cansancio, desánimo, estrés, agotamiento, fuertes dolores de cabeza, tensión muscular, insomnio, dolores de espalda, ansiedad, frustración… depresión! Estas y otras muchas palabras se encuentran habitualmente en nuestras conversaciones.
Las causas son diversas.
· Muchas veces se debe a que tenemos mucho trabajo, carcomiéndonos los días sin que podamos evitarlo. Tal vez tenemos ambiciones muy altas que nos tienen amarrados a ese yugo.
· También podemos tener muchas preocupaciones, que no tenemos idea cómo resolverlas o simplemente no tenemos la capacidad de hacerlo.
· Para algunos, esos síntomas están asociados a su salud, deben lidiar con muchas batallas internas, que en ocasiones, son muy crudas y agotadoras.
· Y para otros, estas angustias y cargas son por problemas personales o con otras personas. Problemas en el matrimonio, con los hijos, con los padres; con algún hermano de la iglesia. O simplemente porque se llegan a sentir solos y desamparados.
Nuestro Señor Jesús sabe de todas esas emociones y experiencias, vivió por 33 años viendo a su gente angustiada y cansada, incluso, Él mismo experimentó algunas de estas emociones. Él sabe cómo se siente, y también sabe cómo sobrellevarlas, es por eso que nos dice “VEN”.
“Venid” – NECESITAMOS IR A JESÚS.
Cuando estamos enfermos ¿a quién acudimos y por qué? A un médico, incluso a veces sin conocerlo, simplemente porque confiamos y/o sabemos que PUEDE ayudarnos. Cuando un niño necesita ayuda, acude a sus padres, porque sabe que ellos sí pueden.
Por lo tanto, ¿cuándo acudimos a otras personas? Generalmente cuando vemos que no somos capaces de hacerlo solos.
Las personas nos malacostumbramos a sobrellevar muchas cargas, tratando de ser superhéroes, y nos olvidamos que tenemos a un Señor Amoroso que se interesa sinceramente por nuestros problemas. Esto solo nos dañará.
“Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros…” (Santiago 4:8)
“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. (Heb. 4:16).
¿A quién debemos acudir cuando estamos cansados y agobiados? A nuestro buen Pastor, Cristo Jesús.
A veces se va hacia otras direcciones, como al cigarro, la borrachera, las drogas, la infidelidad, o lo que es peor, a la desesperanza. Cosas que traen aun más aflicción al espíritu, que prometen aliviar el dolor, pero mayormente solo lo empeora.
Otras veces se acude a direcciones más sanas, como a pastillas relajantes, a hierbas, a un psicólogo, ejercicios de relajación, o a un spa; y son buenas opciones, ayudan y no hay problema con que las haga. Sin embargo, estas medicinas o tratamientos no afrontan el problema de raíz, y no nos darán descanso a nuestras almas, solo aliviarán por muy poco tiempo los síntomas.
Por eso debemos ir a Jesús. Independientemente si tomará algún agua de hierba, o conversará con alguien, primero debemos acudir a nuestro Señor, porque Él nos hará descansar. No aliviará por unas horas o momentos el malestar, sino que dará un alivio y reposo eterno, comenzando desde el momento en que nos acercamos, no en su segunda venida.
¿Cómo lo hace?
“LLEVAD MI YUGO SOBRE VOSOTROS, Y APRENDER DE MI” – COMPARTAMOS EL PESO
Ya no son solo mis problemas, ahora son de nuestro Señor Jesús también. Y Él se interesa profunda y sinceramente de cada uno de nuestras preocupaciones y angustias, hasta la que nos parezca más insignificante.
El Señor no nos está ofreciendo quitar las cargas, aunque si así lo quiere, bien podría hacerlo, pero está ofreciendo mucho más que eso, nos está ofreciendo compartir la carga. Detrás de este hermoso gesto, vemos que nos está brindando amistad, empatía, compañerismo, solidaridad y amor. No se conforma solo con animarnos desde fuera del camino, gritándonos con mucho entusiasmo que sí podremos, que tenemos todo su apoyo, Él entra al campo, levanta nuestro cargamento, y se lo echa encima.
Entendamos que nuestro Dios permite que pasemos por ciertas situaciones para enseñarnos. Las pruebas producen paciencia y nos muestran que somos frágiles, y que pese a ello, podemos lograr cosas sorprendentes cuando las hacemos de la mano de nuestro Señor.
Por eso Jesús nos dice “Y APRENDED DE MI”. Necesitamos aprender de Jesús, aprender de su mansedumbre y humildad. Son dos virtudes que debemos tener para descansar en Cristo. Lo bueno es que Él nos enseñará cómo. Cuando se hace el trabajo de arar la tierra, ponen a un buey viejo y uno joven. La idea es que el viejo le enseñe al nuevo cómo hacer el trabajo, y el yugo obligará al joven a seguir el paso del viejo. No podrá adelantarse, ni quedarse atrás.
Se necesita mansedumbre (dominio propio) para poder enfrentar las adversidades, para dejar las cosas que no podemos resolver por nosotros mismos en sus manos.
Se necesita humildad para reconocer que dependemos de Dios y que no conviene tomar decisiones sin considerar su voluntad. Se necesita humildad para aceptar la voluntad de Dios, sobre todo cuando nos dice: No. Se necesita humildad para ir al paso de Cristo, y querer las cosas que Él quiere, caminar de acuerdo a su voluntad, dejándonos guiar por Él (Esto es parte de lo que es llevar el yugo).
Además, otro detalle importante a considerar. El Señor quiere que llevemos su yugo, no dice que nos ayudará a llevar nuestro yugo. Tal vez hemos puesto muchas cosas en nuestra espalda, estamos mal enfocados y por eso la carga se hace cada vez más pesada. Pero Jesús nos ofrece un yugo fácil y ligero. Es como si nos dijera: “estás afanado y turbado con muchas cosas, más una te es necesaria”. Por lo tanto, puede que esté apuntando a que nuestro enfoque debe estar más en asuntos espirituales, cosas relacionadas al reino de Dios. Y nos promete que de esta manera hallaremos paz para nuestras almas. Por lo tanto, debemos ponernos el yugo de Cristo, ese que busca el reino de Dios y su voluntad.
Lógicamente nuestros problemas no desaparecerán por ponernos ese yugo, pero ahora como tendremos otro enfoque, y Cristo está junto a nosotros, entre los dos cargaremos las demás cosas. Esto es muy hermoso.
DEBE QUEDAR CLARO CÓMO VAMOS A JESÚS, CUÁL ES SU YUGO, CÓMO PONÉRNOSLO, Y CÓMO O POR QUÉ ESO NOS DA PAZ.
Ponernos el yugo de Cristo es, en primer lugar, reconocer que no soy autosuficiente, que no puedo lidiar con todo en la vida, y necesito que Cristo me ayude incluso en las cosas que aparentemente parecen más fáciles. Luego, debo ir a Jesús, y puesto de rodillas, rogar que guíe mi vida de manera que pueda andar en el mismo camino que Él, que no me adelante a su voluntad, ni me quede atrás por el cansancio.
En términos prácticos, sea cual sea lo que tiene mi espalda tan cargada, debo acudir a mi Señor y procurar hacer su voluntad, orando, cantando, meditando en su palabra, estudiándola, predicando a otros, ocupado en los asuntos de nuestro Padre. Y esto traerá paz a nuestros corazones.
· Pienso que esto trae paz porque nuestra mente no estará puesta en los problemas en sí, sino puestos en Cristo Jesús (Hebreos 12:2).
· Aprenderemos que EN y CON Jesús podremos potenciar nuestra capacidad a más del 100%, porque ahora nuestro Señor está con nosotros. Aprenderemos que el poder de Dios se perfecciona en nuestra debilidad (2 Cor. 12:9-10).
· Esto nos dará alivio, porque entenderemos y experimentaremos la paz que Jesús ofrece, al considerar que estamos en las mejores manos. “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”. Juan 14:27
Jesús sabe sobrellevar cargas pesadas. Llevó la carga más pesada que alguien haya soportado alguna vez, llena de odio, rencor, mentiras, adulterios, fornicaciones, codicias y de las maldades más diversas y fuertes que pudiéramos pensar. Las cargó con mucho dolor, sudor y sangre. Las cargó por usted. La cargó por mí. Y las cargó con amor. Pero para Él no es suficiente habernos salvado, no es suficiente con darnos una gran esperanza ni su vida. Él quiere seguir cargando nuestros dolores y preocupaciones. No quiere dejarnos solos. Podemos confiar en Jesús, acerquémonos confiadamente a su trono de gracia.